domingo, 22 de junio de 2014

De nuevo la ciencia económica y su aplicación en animales

Giffen y las ratas Publicado el marzo 10, 2014 por experimentosemar • Publicado en Elección racional, Experimentos • Deja un comentario 587 A primera vista, las seis ratas de laboratorio que se zampaban agua tónica y root beer estaban resolviendo un famoso, y a la vez bastante trivial, problema de manual. En un plano más profundo, lo que hacían era demostrar la presencia de la racionalidad económica en un sitio jamás antes imaginado: dentro de sus diminutos cerebros de roedor. Las ratas racionales recibían la ayuda de Raymond Battalio y John Kagel, quienes a principios de la década de los setenta comenzaron a preguntarse cuán inteligentes son los animales en realidad. Los citados no eran novatos en la búsqueda de racionalidad en sitios inesperados: sus primeros trabajos demostraron que pacientes internados en instituciones de salud mental bajo tratamientos a largo plazo eran perfectamente capaces de ganar y gastar con sensatez salarios simbólicos. Kagel y Battalio utilizaron algunas bien arraigadas herramientas de psicología experimental, pero formularon nuevas preguntas, como por ejemplo: ¿Pueden las ratas planificar, calcular y realizar elecciones si se les proporciona un salario, precios y un presupuesto? Kagel y Battalio pusieron a cada rata en una caja de experimentos, de un tamaño similar al de una cesta picnic, equipada con una pequeña máquina expendedora, dotada, a su vez, de un par de palancas que dispensan diferentes bebidas. Las ratas aprendieron rápidamente que podían obtener bebidas ejerciendo presión sobre las palancas; y, tras una semana o dos de práctica diaria, se familiarizaron con todos los detalles de cuánta bebida liberaba cada palanca. Entonces, los investigadores modificaron los precios o salarios para ver cómo respondían las ratas. Cambiaron los precios relativos ajustando la máquina para que suministrara menos cantidades de bebida por cada presión sobre una de las palancas, mientras que dejaban la otra como estaba; y estipularon un salario al limitar la cantidad total de presiones de palanca en cada sesión. En el caso que estés sintiendo pena por las pobres ratas, ten la seguridad de que los economistas son los mejores experimentadores que existen. En vez de diseccionarlas o probar toxinas en sus cuerpos, Kagel y Battalio no dejaban de darles root beer y llamaban con frecuencia a un veterinario, el vecino de Ray Battalio, para asegurarse que estuvieran bien. Una vez convencidos (ellos y número cada vez mayor de economistas que antes eran escépticos) de que los experimentos tenían sentido, Battalio, Kagel y su colega Carl Kogut decidieron intentar desentrañar un misterio centenario. Les dieron a sus ratones la opción de elegir entre dos bebidas, cada una de las cuales con su respectiva palanca. Una de ellas era root beer, una vieja favorita de la típica rata de laboratorio. La otra era agua aromatizada con quinina; en otras palabras, agua tónica. A las ratas no les gusta el sabor amargo del agua tónica y, sin embargo, los investigadores habían hecho las raciones de la solución de quinina mucho más generosas que las de root beer. Ponte en la situación de las ratas por unos instantes: estás sediento; la root beer es deliciosa, pero cara; así que transiges, saciando tu sed con la desagradable solución de quinina, al mismo tiempo que disfrutas de un poco de root beer. No presionas las palancas al azar. Ahora bien, ¿qué sucede si el precio de la quinina sube un poco; es decir, cuando las raciones se vuelven menos generosas? Para un psicólogo experimental, la respuesta es muy sencilla: la palanca de la quinina te da menos por tu dinero y por eso deberías presionarla con menos frecuencia. Parece sensato, pero resulta irracional, tal como podría certificar un economista, y captar, de forma intuitiva, una rata. Al igual que una rata inteligente, bebes más quinina aunque aumente su precio, siempre que, eso sí, las raciones sigan siendo más grandes que las de root beer. Esto se debe a que respondes tanto a tu presupuesto como al precio. El consumo total de líquido (root beer más agua tónica) es lo que te mantiene vivo. El agua tónica sigue siendo más barata que la root beer, y como los experimentadores te han empobrecido al aumentar el precio de la tónica, te ves obligado a beber menos de la cara root beer y saciar tu sed consumiendo de la desagradable tónica, que aún es relativamente económica. De manera bastante convincente, Battalio, Kagel y Kogut demostraron que eso es exactamente lo que hacen las ratas. Al consumir más tónica cuando su precio aumenta, las ratas habían resuelto un interrogante que data de 1895: ¿existen los bienes de Giffen? Un bien de Giffen es un bien como el agua tónica para las ratas del experimento: un bien que es de tan terrible necesidad para los pobres que cuando aumenta su precio también lo hace su demanda, porque el aumento de precios genera más pobreza y la pobreza genera más demanda. Como haría un pobre estudiante de economía, imaginé que mi dieta básica de patatas asadas sería un bien de Giffen: si el precio de las patatas subía, no podría permitirme el lujo de comprar el relleno de queso o atún, y, en su lugar, compraría patatas más grandes. A través de los años, los economistas han afirmado (pero nunca probado) que determinados alimentos, desde las patatas durante la Gran Hambruna irlandesa a los fideos en la China rural, eran bienes de Giffen. Battalio, Kagel, Kogut y las ratas proporcionaron el primer ejemplo irrefutable: el agua tónica. Nota: Este texto fue tomado de: Harford, T. (2009). La lógica oculta de la vida: como la economía explica todas nuestras decisiones (p. 347). Madrid: Ediciones Temas de Hoy.

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