jueves, 4 de diciembre de 2014

Productividad y motivación: Aportes de la economía del comportamiento experimental

Tomado de: http://racionalidadltda.wordpress.com/2014/12/03/productividad-y-motivacion-aportes-de-la-economia-del-comportamiento-experimental/ Productividad y motivación: Aportes de la economía del comportamiento experimental Publicado el diciembre 3, 2014 por experimentosemar • Publicado en Elección racional, Experimentos • Deja un comentario 905 Daniel Felipe Parra Carreño Actualmente existen empresas como Google donde los trabajadores tienen almuerzos gratis, tiempos flexibles y diferentes tipos de programas de compensaciones no monetarias con el fin de incentivar a su fuerza laboral y atraer lo mejores talentos. Este tipo de políticas desde el punto de vista clásico de la economía sólo sería visto como un gasto para la empresa y no lograría el objetivo de aumentar la productividad de los trabajadores; sin embargo la economía del comportamiento ha mostrado que existen maneras no monetarias de lograr incentivar a los empleados. El presente ensayo tiene como objetivo mostrar cómo la economía del comportamiento, utilizando la economía experimental, ha logrado contribuir a la implementación de políticas efectivas para aumentar la productividad y así mejorar la gestión dentro de las organizaciones. La ciencia económica tradicional ha entendido al hombre como un ser racional con capacidad de racionamiento perfecta. Este sujeto descrito por el modelo económico ortodoxo tiene la particularidad de ser completamente racional, egoísta y tener gustos que no cambian a través del tiempo. La implicación que subyace en este modelo es que los sujetos calculan todas las opciones posibles al tomar decisiones, por más triviales que estas sean, y luego toman la decisión que maximiza su beneficio personal. Este modelo, que parece describir más a un robot que a un ser humano, es totalmente opuesto a la concepción que tiene la psicología donde es indiscutible que los seres humanos no son puramente racionales, ni totalmente egoístas y mucho menos tienen gustos estables (Kahneman, 2012). Tal pareciera que la economía y la psicología estudiaran dos especies diferentes, a pesar que su objeto de estudio es el mismo ser humano. El punto crítico es que ninguna de las concepciones está totalmente errada o totalmente acertada, es allí donde apareció la economía del comportamiento para unir ambas disciplinas. La economía del comportamiento nació principalmente gracias a Daniel Kahneman y Amos Tversky, psicólogos sociales, quienes se dieron cuenta que la evidencia y las ideas de la psicología podrían mejorar el modelo de comportamiento humano de la economía neoclásica. En una definición sencilla, la economía del comportamiento propone modelos que capturan los límites en el cálculo racional, la voluntad y el interés propio de los agentes, tratando de codificar esos límites formalmente y explorando sus implicaciones empíricas utilizando la teoría matemática, los datos experimentales, y el análisis de datos de campo. Camerer y Loewenstein (2003) explican que en el corazón de la economía del comportamiento está la convicción que el aumento del realismo aportado por los fundamentos psicológicos al análisis económico mejora la economía en sus propios términos de generación de conocimientos teóricos, hacer mejores predicciones de fenómenos de campo, y sugerir mejores políticas. Un factor fundamental en el cual la economía del comportamiento ha aportado evidencia es el hecho que los seres humanos no tienen una racionalidad cartesiana sino que poseen una racionalidad limitada [1]. Comprender que los seres humanos somos irracionales en ciertas circunstancias es vital para entender el comportamiento humano. Ariely (2008) afirma que las personas somos previsiblemente irracionales, en otras palabras que nuestra irracionalidad se produce siempre del mismo modo una y otra vez. En ese sentido independientemente si se es consumidor, empresario o decisor de políticas, entender en qué forma funciona nuestra irracionalidad es indispensable para mejorar nuestra capacidad de tomar buenas decisiones. Ahora bien, ¿por qué la economía del comportamiento usualmente utiliza experimentos? Porque los temas generalmente abordados tienen que ver con la vida la cual es muy compleja dado que posee diferentes fenómenos que se entrelazan al mismo tiempo e influencian nuestros comportamientos. Entonces para poder estudiar un fenómeno específico, es necesario controlar el ambiente de manera que logremos ver como en cámara lenta el comportamiento humano y así tener conclusiones correctas. En otras palabras, la única manera de conocer cómo se comportan las personas en un entorno específico es creando dicho entorno y teniendo el control para medir la variable a estudiar. Estudiar experimentalmente los factores psicológicos presentes en la toma de decisiones que hacen que los seres humanos se desvíen de las predicciones de la economía tradicional ha sido mi línea de investigación durante los últimos dos años. Mis trabajos previos han abordado diferentes preguntas de investigación tales como: ¿es importante la pertenencia a un grupo para la provisión de bienes públicos?, ¿cómo obtener ventaja a la hora de negociar?, ¿qué fenómenos psicológicos hacen que los agentes sean corruptos?, ¿cómo mejorar la gobernanza en las organizaciones? y más recientemente ¿cómo incentivar adecuadamente a los empleados? El último tema me inquietó debido a que en mis estudios de maestría tuve dos profesores que son especialistas en economía del trabajo comportamental: Marie Claire Villeval y Jean-Louis Rulliere, quienes me inquietaron respecto a las posibles políticas que se pueden implementar en organizaciones, tanto públicas como privadas, para aumentar el nivel de esfuerzo de los trabajadores. En lo que resta del texto me centraré en este tema. Durante décadas se creyó que la manera de incentivar a los trabajadores era mediante el uso de dinero como motivación. Sin embargo se omitió el hecho que la motivación respecto a una labor específica no está dada solamente por el pago monetario, basta con hacerse la siguiente pregunta: ¿Cuándo hablo de mi trabajo sólo tengo en cuenta el dinero para describirlo? Muy seguramente la respuesta es no. Si se intenta elaborar una ecuación que describa mi motivación hacia mi trabajo además del dinero se podrían incluir factores como el prestigio, la reputación, un sentimiento de propósito, significado, el ambiente laboral, la sensación de que estás haciendo algo para el mundo y así sucesivamente. ¿Qué parte de la descripción total podría ser atribuido al dinero? ¿Es el dinero sólo un elemento? Pues bien, las ciencias económicas tradicionales piensan en él como el único elemento, a pesar que hay muchos otros elementos que a menudo son increíblemente importantes para la comprensión total de la motivación laboral y por ende de la productividad. El problema de concebir la motivación sólo a través del dinero radica en que se crean entornos de trabajo donde solo este componente es importante y es la única herramienta utilizada con el fin de aumentar el esfuerzo de los trabajadores en labores específicas. Benabou y Tirole (2003) llaman al dinero la motivación extrínseca, y a pesar que existen trabajos que la gente realiza solo por el dinero, en la mayoría de los casos existe una motivación intrínseca que hace que le pago psicológico de una labor vaya más allá del dinero. Peor aún, Benabou y Tirole (2003) demuestran que los incentivos materiales suelen ser de eficacia limitada, o incluso contraproducentes pues socavan la motivación intrínseca. El primer hallazgo de la economía del comportamiento al que quiero hacer referencia es el significado. La importancia de saber que se está haciendo algo significativo resulta ser más importante de lo que parece, en ese sentido Ariely, Kamenica y Prelec (2008) realizaron un experimento donde las personas debían construir Legos. Cada participante era remunerado con $2,00 por el primer Lego, $1,89 (11 centavos menos) por el segundo, y así sucesivamente de forma lineal. Sin embargo, existían dos grupos diferentes de participantes: un grupo cada vez que construía un Lego lo ponía sobre la mesa y luego construía otro, por otro lado un segundo grupo de participantes cada vez que construía un Lego este era destruido. A pesar del hecho de que el salario y la tarea eran idénticos en ambos grupos, los sujetos que estaban en el primer grupo construyeron 11 Legos, mientras que los del segundo grupo tan solo 7. Este hecho demostró que los salarios de reserva de los participantes donde la labor era más significativa era mucho más bajo que en los que los Legos eran destruidos, en otras palabras que el encontrar más significado en la labor conlleva a estar dispuesto a trabajar por un salario monetario menor. Este resultado fue replicado en diferentes tipos de tareas confirmando que a mayor significado mayor nivel de productividad, por ejemplo sólo el hecho de reconocer un buen trabajo ha mostrado aumentar el nivel de esfuerzo. El segundo aporte que quiero mencionar es respecto a la reciprocidad. En la última década, los economistas y los psicólogos experimentales han proporcionado amplia evidencia que una fracción importante de las personas exhiben preferencias sociales, es decir, la gente valora los beneficios pecuniarios de los demás de manera positiva o negativa. En consecuencia, en tanto el jefe muestre acciones bondadosas respecto a sus empleados, estos retribuirán recíprocamente mediante una mayor productividad, este hecho fue corroborado por Gächter y Falk (2002) en diferentes experimentos, de hecho se puede demostrar que la ineficiencia de los contratos de trabajo puede ser mitigada gracias a la reciprocidad. Además Kube, Maréchal y Puppea (2012) mostraron que dar regalos a los empleados aumentó su productividad significativamente, reforzando el hallazgo respecto a la reciprocidad. Finalmente como tercer aporte de la economía del comportamiento a la economía laboral quiero mencionar cómo los pagos monetarios pueden implicar una baja en el rendimiento. Ariely et al. (2009) realizaron una serie de experimentos en Estados Unidos e India, donde le pagaron a los participantes de acuerdo a su rendimiento y combinando diferentes niveles de remuneración. El resultado fue que en las tareas donde se requería al menos un poco de habilidad cognitiva el estrés causado por cantidades grandes de dinero generó una productividad menor. En definitiva creo haber demostrado que la economía del comportamiento posee un gran potencial para seguir influyendo en la mejor gestión de las organizaciones, utilizando sus hallazgos para motivar de una mejor manera a sus individuos. Por lo tanto es importante seguir abordando preguntas sobre el comportamiento de los trabajadores para entender cómo crear entornos laborales que generen mayores beneficios al empleador, y la forma en que yo lo hago desde mi campo es mediante el uso de la técnica experimental. Referencias Ariely, D. (2008). Las trampas del deseo (p. 282). Barcelona: Ariel. Ariely, D., Gneezy, U., Loewenstein, G., & Mazar, N. (2009). Large Stakes and Big Mistakes. Review of Economic Studies, 76(2), 451–469. doi:10.1111/j.1467-937X.2009.00534.x Ariely, D., Kamenica, E., & Prelec, D. (2008). Man’s search for meaning: The case of Legos. Journal of Economic Behavior & Organization, 67(3-4), 671–677. Benabou, R., y Tirole, J. (2003). Intrinsic and extrinsic motivation. The Review of Economic Studies, 70(3), 489–520. Retrieved from http://restud.oxfordjournals.org/content/70/3/489.short Camerer, C., y Loewenstein, G. (2003). Behavioral economics: Past, present, future. In Advances in behavioral economics (pp. 1–61). Princeton University Press. Cultura Económica. doi:10.1016/j.jebo.2008.01.004 Gächter, S., y Falk, A. (2002). Consequences for the Labour Relation Reputation and Reciprocity : Consequences for the Labour Relation. The Scandinavian Journal of Economics, 104(19). Kahneman, D. (2012). Pensar rápido, pensar despacio (p. 665). Debate Kube, S., Maréchal, M., & Puppea, C. (2012). The currency of reciprocity: Gift exchange in the workplace. The American Economic Review, (377). Retrieved from http://www.ingentaconnect.com/content/aea/aer/2012/00000102/00000004/art00016 Simon, H. ( 1989). Naturaleza y límites de la razón humana. México: Fondo de Notas [1] Vale la pena aclarar que el concepto de racionalidad limitada no es creado por economistas comportamentales sino por Simon (1989), pero es utilizado en toda su dimensión gracias a la economía experimental y principalmente a Daniel Kahneman.

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